lunes, 24 de enero de 2011

¿Por qué las motos también son para el invierno?

¡Qué bonito es ser motero! ¿o no...? ¿sólo en verano? ¿o merece la pena probar también en invierno...?

En verano te asas dentro del casco, te deshidratas bajo la cazadora, tus pies se cuecen dentro de las botas; claro, tienes la opción de ponerte un pantalón corto, unas chanclas y ya está, eso sí es comodidad (y todavía te sobra el casco), aunque por seguridad siempre llevas la cazadora y zapato cerrado.. resumiendo: nada mejor que la Primavera y el Otoño para usar la moto!



Invierno: frío, lluvia, niebla, hielo, nieve, viento, más frío, mucha más lluvia... cualquiera con dos dedos de frente diría que no es tiempo de moto... o "casi" cualquiera ;-)



En invierno te abrigas, te mojas, te vuelves a mojar, se te congelan las manos, los pies, vas de viaje y tus amigos te reciben con los brazos abiertos, te llevan a un lugar tremendamente acogedor en el que tras desparramar cazadoras, guantes, cascos... sobre todos los radiadores libres que encuentres, comes, charlas y ves llover a través de la ventana, te olvidas del tiempo y ríes con ellos.


Luego continúas la excursión y te sientes parte de la lluvia, se te mojan hasta las ideas pero disfrutas de la ruta ("qué bonito se vería sin esa cortina de lluvia", piensas...); haces fotos aun a riesgo de estropear la cámara, te crees inmune a esas gotas que te calan poco a poco y a ese escalofrío que se te cuela por el cuello.



Llegas al hotel, DISFRUTAS de esa ducha caliente y te vuelves parte del mundo real, además de sentirte ligero como una pluma.


Al día siguiente emprendes el camino de vuelta. Mejor tiempo, paisaje espectacular tras la lluvia, hojas caídas, colores impresionantes...



Y aparece la niebla en las alturas, esa maldita niebla que no te deja ver más allá de tus narices...  y de la que estás deseando librarte, perderla de vista tan pronto desciendes un par de km. y descubrir lo que se esconde detrás...


No siempre llueve en invierno -aunque lo parezca- también existen esos días en los que el viento helado del Norte te acompaña durante todo el camino y hace que los paisajes estén limpios, que los colores se muestren en todo su esplendor...


En invierno hay muchas menos horas de luz, vuelves con la puesta de sol, te paras a ver cómo cae el día para dar la bienvenida a la noche y todavía tienes media tarde libre.



Entras en casa helado pero con una gran sonrisa y ligero como una pluma, abres el grifo de la ducha y te dispones a disfrutar del relax que te ha proporcionado esa pequeña escapada... 

¿Seguro que no es tiempo de moto? (Si no te he convencido, prueba y verás...)

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